“Halagar es resaltar una cualidad o la belleza femenina usando frases elegantes que lindan con los versos de un poema; en cambio, acosar sugiere perseguir, incomodar a una dama y, evidentemente, expresa una actitud negativa. El piropo es circunstancial, fugaz, en cambio, el acoso es duradero y sugiere una serie de acciones en el tiempo”.

En marzo de este año, el diario “El Peruano”, el diario del Estado, el que se supone expresa la opinión oficial, publicó un artículo titulado, “Un halago no puede ser acoso” autoría del historiador Luis Lagos.

O sea, mujer, si un desconocido te dice algo, no te molestes, no quieras denunciar porque como te lo ha dicho sólo una vez no pasa nada.

En la nota se enarbolaba la defensa del “piropo”, que según la Real Academia de la Lengua (RAE) es el «dicho breve con el que se pondera alguna cualidad de alguien, especialmente la belleza de una mujer», pero también sabemos que para la RAE una zorra es una prostituta y un zorro, un hombre taimado y astuto.

Sin embargo, qué pasa si a mí como mujer no me interesa que ningún extraño “pondere” ninguna de mis cualidades físicas, qué pasa si no me interesa que un extraño me “halague” ni diga nada sobre mi aspecto. ¿Puedo yo, “halagada”, responder el piropo como me salga de los ovarios? Ah no, porque si lo hago contenta soy una ‘facilona’; si me enfado y contestó con ira, una amargada; y si lo hago con una palabrota, una vulgar.

Según una encuesta sobre Acoso Sexual Callejero realizada a finales de 2012 por el Instituto de Opinión Pública de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 7 de cada 10 mujeres de entre 18 y 29 años manifestaban haber sido víctimas de acoso callejero y ante la pregunta «cree que mientras un hombre no toque a una mujer desconocida puede lanzarles miradas persistentes o incómodas», el 28.9% de mujeres dijo que sí , frente al 41.1% de hombres que dijo lo mismo.

La Ley 30314, para prevenir y sancionar el acoso sexual en espacios públicos, señala que «este se evidencia en comentarios e insinuaciones de carácter sexual, gestos obscenos que resulten insoportables, hostiles, humillantes u ofensivos, tocamientos indebidos, roces corporales, frotamientos contra el cuerpo o masturbación en el transporte o en otros lugares públicos, exhibicionismo o mostrar los genitales, y otros actos de naturaleza sexual, verbal o gestual». Así que sí, los piropos son acoso.

Así mismo, el artículo 151-A del Código Penal también podría ilustrar a Luis Lagos. Y dice así: «el que, de forma reiterada, continua o habitual, y por cualquier medio, vigila, persigue, hostiga, asedia o busca establecer contacto o cercanía con una persona sin su consentimiento, de modo que pueda alterar el normal desarrollo de su vida cotidiana, será reprimido con pena privativa de la libertad no menor de uno ni mayor de cuatro años […]». Así que me reafirmo: los piropos sí son acoso.

«Amplios reportajes de televisión con el tema del acoso callejero se han impuesto frente a la intención de los hombres ‘cirios’ (piropeador en jerga), que tendrán que dudar si quieren soltar piropos como: “Me gustaría ser papel para envolver ese bombón”; “Si la belleza fuese un instante, tú serías la eternidad”; “Me gustaría ser helado para derretirme en tu boca”». dice el historiador.

Y qué pasa si a mi no me interesa que nadie me envuelva, ni que me vea como una medida de tiempo, ¿qué pasa? Por qué los hombres se creen con el derecho de tener que decirnos algo cuando nos ven pasar. Siempre he pensado, además, que es un esfuerzo efímeramente ridículo decirle algo a alguien que no sabes si volverás a ver; como cuando vivía en Perú y veía a los cobradores de los autobuses “halagar” a las transeúntes y reía, y pensaba, ¿que no ves que se va, que no ves que ni se ha quedado con tu cara?

“Halagar”, “piropear”, “ciriar”, son todos sinónimos de acoso, y ahora viene cuando alguien grita — "feminazi”, y yo digo sí. Si es por no normalizar conductas machistas que hostigan y vejan a la mujer, pues sí, feminazi soy; si es por no tolerar que algún hombre me califique sin habérselo pedido, pues sí, feminazi soy; aunque a los que pronuncian la palabreja les recomiendo buscar ambos significados en un diccionario y vean que la contracción es imposible, no hay nada más alejado del fascismo que el feminismo.

Cuando tenía 14 años, iba con el uniforme del colegio, falda bajo la rodilla, medias tocando la falda, la camisa sólo con el primer botón abierto y una trenza desordenada; salía del colegio y a unos metros un anciano se sacó el pene y me dijo todo lo que me iba a hacer; la plante cara y le dije que se fuera a la mierda, — “mocosa malcriada, me contestó”. O sea, era una mocosa para contestarle, pero no para enseñarme su miembro nada viril y darme a conocer sus pervertidos pensamientos.

Por todo lo antes dicho, el artículo publicado en El Peruano es, por lo menos, inapropiado, sobre todo cuando en el país desde 2015 hay una ley que legisla y pena estas acciones; y sobre todo en un país como el nuestro donde las mujeres seguimos siendo consideradas decorativos objetos creados para ser fuente de placer de los hombres, receptáculos sumisos de su simiente y sus cuidadoras por siempre jamás. También debemos estar siempre arregladitas, calladitas, dispuestistas y agradeciditas por los “halagos” que nos lanzan por doquier.

Me gustaría preguntarle a Luis Lagos si cuando sale a la calle piensa en todas las cosas que le dirán a su paso y si eso hace que se detenga un rato frente al armario decidiendo qué ponerse para no ser objeto de frases no buscadas ni de miradas lascivas.

Me gustaría en este punto, explicarle al historiador que durante toda mi juventud en Lima siempre me preocupé por llevar prendas para ocultar mi trasero, desde muy joven fui víctima de asquerosos “halagos” que me lanzaban debido a su prominencia, no sé si Lagos también ha tenido que ocultar alguna parte de su cuerpo para evitar sentirse avergonzado y hasta asqueado a su paso por las calles.

Por último, para escribir sobre lo que sentimos las mujeres, aconsejo dos cosas: ser mujer o ser muy, pero que muy empático con las experiencias de vejación, abordaje, ninguneo y maltrato que vivimos las mujeres a diario, tanto en la calle, como en los centros de estudio y trabajo; y también en la red, que hoy más que nunca es el lugar donde hombres sin escrúpulos escondidos tras sus pantallas se han lanzado en una cruzada contra todo lo que significa un proceso de cambio hacia la igualdad de trato y el respeto a la mujer.

Por cierto, 24 horas después de que alguien descubriese este artículo del diario oficial y después que la página de Facebook de este medio, recibiese mensajes de crítica a la defensa del mal llamado “halago o piropo”, el diario retiró el artículo de la red y borró todos los comentarios que le hicieron llegar.

«En fin, acosar definitivamente es una falta grave que roza con el delito, pero regalarnos frases hermosas, aun cuando seamos desconocidos, creo que a cualquiera le cae bien, sobre todo cuando vivimos en una sociedad presa del caos y la desesperación». (Luis Lagos dixit)


Este blog sobre acoso sexual callejero y "piropos" ha sido originalmente publicado en teleoLeo.com